Es inevitable citar algunos pelotaris y datos que han marcado hitos en la historia de la Pelota, la cual puede hilvanarse con cierta continuidad a partir de Perkain.
Nacido en el último tercio del siglo XVIII; el aldudarra Perkain es un héroe popular, en torno al cual se han forjado leyendas y el primer pelotari del cual se ha apoderado la tradición vasca para hacer de él un símbolo nacional. En plena Revolución Francesa, a cuyos ideales Perkain era contrario, se traslada desde su exilio baztandarra a la plaza de Aldudes. En el transcurso del partido acudió un piquete de soldados con ánimo de detenerlo, a cuyo jefe Perkain dejó sin vida de un certero pelotazo. Luego, arropado por la multitud, regresó a su exilio. Tuvo como rival más cualificado a Azantza, auténtico plaza-gizon, verdadero caballero dentro y fuera de las plazas.
De la generación siguiente a los anteriores es Bautista de Arraioz, el hijo de Simón, también pelotari, jugador excepcional, dejó maravillado al rey Fernando VII en un partido que disputó en Madrid ante la Corte. El misterio que envuelve los últimos años de su vida, el último partido que jugó en San Sebastián , un asesinato por culpa suya y su misma dramática muerte, han creado en torno a Bautista un ambiente de leyenda.
Tal vez los momentos más brillantes de la Pelota en general y del Laxoa en particular hay que situarlos a mediados del siglo XIX, que contemplaron el apogeo del juego “puro” de la Pelota. Los partidos de Laxoa en el País Vasco, los grandes desafío inter-pueblos, inter-regionales e, incluso, internacionales, representaban la movilización de comarcas enteras y eran seguidos invariablemente por el txistu y bertsos, que cerraban las tardes de los domingos.
Dentro de ese contexto se celebró en Irún el año 1846 ante una multitud el partido más famoso de toda la historia de la Pelota, donde el Laxoa alcanzó cotas insuperables. Lo disputaron pelotaris guipuzcoanos y franceses, con los que se alineó el cura baztandarra Joaquín Gamio, que tras la victoria tuvo que exiliarse, pues para jugar no contaba con el permiso del obispo.
Con la aparición del blé, hacia 1870, el juego de Laxoa empieza a palidecer, pues las nuevas modalidades consiguieron rápidamente adeptos entre los pelotaris. Sin embargo, el valle de Aldudes, el Baztan y la Regata del Bidasoa siguieron fieles a su clásica forma de juego, quedando sólo estas zonas como reliquias y santuarios del viejo Laxoa, mientras sus modalidades “hijas” hacían furor.
En las primeras décadas del siglo XX, Baztan y la Regata del Bidasoa mantenían una sana rivalidad. Los desafíos y partidos amistosos se sucedían sin interrupción; en todos los pueblos se jugaba a Laxoa y era el mejor festejo. Hubo excelentes generaciones que produjeron una pléyade de grandes pelotaris y que deleitaron a las masas con partidos memorables. Es de resaltar la importancia que los curas tuvieron en el mantenimiento y difusión de la modalidad.
Pero por diversos motivos el Laxoa entró en declive. La última generación, espléndida, que podemos situarla en torno a la postguerra, no dejó sucesores: el Laxoa murió con ellos. Nadie les siguió. Casi todos le dieron ya por desaparecido y muchos cantaron su responso final.
Sin embargo, en 1960 el Laxoa resucitó. Y un año más tarde se celebra el primer campeonato de la historia del Laxoa con la participación siete pueblos de Baztan-Bidasoa. Le siguieron otras tres ediciones pero nuevamente decayó. Tras la final del 64 la prensa publicaba: “Ojalá esta brillantísima conclusión de un triste capítulo no sea el epílogo de toda la historia del Laxoa”.
Afortunadamente, no lo fue. Tras estar en letargo durante 15 años, bastaron unos cuantos partidos disputados entre Doneztebe y Arraioz en el verano de 1979 para que los demás pueblos desempolvaran de nuevo sus guantes. Y a partir de 1980 se viene celebrando cada año ininterrumpidamente el tradicional campeonato entre los pueblos de ambas comarcas, con participación incluso de conjuntos de Gipuzkoa e Iparralde.

Información ofrecida por Tiburcio Arraztoa